viernes, 23 de enero de 2015

La lluvia me pone un tanto melancólica:



La lluvia me pone melancólica, con una de esas melancolías que saben a tierra lejana y promesa incumplida. Miro el caer incesante de las gotas y veo retazos de vidas rotas. No solo la mía sino también la tuya, la de él, la de aquel. Y entonces pienso que quizás todo es sueño, y al despertar uno verá que la angustia no era tal, que dolor no sabe tan mal y que el amor pude estar como que no.

Tomo entre mis manos la taza de café y antes de sorber, me pierdo en su aroma a cafetales tropicales, a azúcar y a ese chorrito de leche con que lo corto para pensar en ti. Y es que sabes que yo soy de capuchino italiano mientras que a ti te gusta el cortado, ese que acompañas con un cigarrillo en la mano.

Tonto que recuerde aquel detalle tuyo y de vez en cuando lo adopte como mío, cuando ya me he olvidado que llevabas en nuestra primera cita. Sé que era invierno, iba presurosa y con mucho abrigo. Sé que fue en un bar en el que te gustaba, de vez en cuando, pasar para escuchar un tango o una anécdota viajera.

Sé que me sonreíste al verme llegar, que me llamaste «Tu rosa impuntual», que reí ante ese tonto comentario, que pedí mi infaltable capuchino, del que me queje porque fuera tan chico, y que no faltó ni tu cortado ni tu cigarro.

Pero no puedo recordar tu ropa, es como si siempre te viera sin ella, como que mi mente guarda el recuerdo de tu cuerpo desnudo para recordarme que recorrerlo con mis manos era mi pasatiempo preferido.

No, es inútil que me esfuerce por recordar tus pantalones, tus camisas y tus sacos. A lo sumo recuerdo algún zapato que por haber vivido algún tiempo en Japón, te quitabas al entrar en casa y dejabas en el palier.

Me parecía una manía extraña, pero que se amoldaba muy bien con tus otras extrañezas. Aquellas que te hacían tan único, tan tuyo y no permitían que pasaras desapercibido a ningún lugar que fueras.

Todavía recuerdo como en cada lugar al que entrabas, no había mirada que no captaras. Algunas eran en plan seductor, otras eran en plan amistad, muchas de admiración y otras tantas de envidia. A esas últimas les respondías con una sonrisa arrogante, casi maliciosa con la que decías «Sé que aunque lo intentaras, jamás podrías igualarme y mucho menos superarme».

Sí, ahora entre el tercer sorbo de café, recuerdo que eras un poco narcisista. Te gustaba que te mirasen, que elogiasen tu trabajo y de paso te felicitaran por la persona que caminaba a tu lado.

Era raro que eso pasase cuando salías conmigo. Yo soy de esas bellas simples, como los primeros intentos de arte del principio del tiempo. Esas vasijas etruscas, de cuerpo ancho, nariz puntiaguda y ojos intensos.

Sí, mi mirada toda es intensa, porque mis ojos guardan el color de la tierra húmeda. Soy mezcla de chocolate y café, y no solo en mis ojos sino también en mi forma de ser.

Soy dulce, soy fuerte, puedo ser cálida, puedo ser fría. Te empalago o te amargo según el día, según mi animo. Pero siempre degustaras de una aventura cuando tu boca se junte con la mía.

Creo que ese fue el encanto que viste en mí, la primera tarde de Abril, aunque fue en Julio en el que me propusiste salir. Y sé que te alegraba que mi belleza solo la pudieras entender tú, pues disfrutabas respondiendo con frases hechas, refranes varios e historias con moralejas; «¿Qué fue lo que te atrapó de ella?».

Me hacías reí en ese tiempo, respondiendo esa pregunta. También me sentía especial; porque para alguien que siempre se sintió simple que alaben su belleza haciéndola sentir un tesoro, como cuando pintabas mis cualidades, pues es tocar el cielo con la manos.

Pero lo bueno siempre acaba, y no te reprocho nada, después de todo fui yo quien dijo «Basta, hasta aquí llegamos». No, es solo que ya sabes los días de lluvia me ponen melancólica, con una de esas melancolías que saben a tierra lejana y promesa incumplida.

Alexiss Mocçia® 


(El crédito de la imagen no es mío)

2 comentarios:

  1. Que de esos recuerdos siempre este lo bueno, y lo malo sirva de ejemplo y enseñanza, bellos momentos son los que quedan en el corazón

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    1. Gracias otra vez por tus palabras y espero te haya gustado el escrito ;). Un abrazo.

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