jueves, 15 de enero de 2015

El reloj de pared



El azúcar se disolvía en mi taza de té y las horas se sucedían en el reloj de pared que descansa en la cocina. Esa cocina que nos vio tantas veces abrazas y enamoradas. Hoy las paredes se ríen ante lo ingenua que he sido y me dicen «no tendrías que haber entregado tanto, hoy no te queda nada». Pero ellas se equivocan, como te equivocas tú al decir que sin tu amor no podría seguir. Se equivocan ellos que me señalan como una enamorada empedernida que no sabe distinguir la realidad de la fantasía. 

Y aquello es porque cuando te fuiste, y yo estaba llorando mares y destapando botellas con las que ahogar el dolor y matar esas palabras que jamás me atreveré a decir. Alguien levantó la tapa de mi misma y me dijo «no eres el premio consuelo de  nadie, no eres la segunda opción». «Eres única, eres un secreto bien guardado que merece ser develado, eres ese tesoro que solo unos pocos entienden». 

Ese alguien me levantó del suelo, besó mis miedos, acogió mis sueños. Me mostró que el tiempo no se terminaba aún, que había mucho por descubrir. Me animó a vivir, a navegar mar adentro, a aventurarme más allá de lo conocido. Tomó mis manos y las entrelazó con las suyas, reparó mis alas y conmigo a volar por el cielo se arriesgó. Hoy es el tesoro más grande que yo podría haber hallado, hoy es la fuerza que me impulsa a seguir, que me ayuda a crecer, que me dice que no hay nada que temer.

Y si te recordé es solo por el viejo reloj de pared y por lo aburrida que estaba mientras preparaba el café para esa persona especial que entra en la cocina, me abraza por la cintura y deposita un beso en mi cuello mientras susurra: «Buen día princesa, me desperté extrañándote». Y es su frase preferida cuando me levanto antes que ella, cuando me olvido de escribirle una nota y dejarla en mi lado del colchón. Pero yo ya tengo mi disculpa, una rosa blanca en una bandeja junto a su café y a ese tostado con queso que le encanta disfrutar en las mañanas. 

Asimismo ella siempre me desarma con un «Tú eres mi flor favorita, y no disfruto más que el estar contigo». Ahí es cuando su café y mi té pierden importancia y una lluvia de besos y caricias cambian la historia escrita en la pared y el reloj de la cocina ya sabe que las cosas ahora son completa y afortunadamente distintas...  

Alexiss Mocçia
     
(El crédito de la imagen no es mío)


                                                                      


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