lunes, 26 de octubre de 2009

El docente

Figura emblemática de nuestra sociedad, representante inmediato del acto educacional, es el que transmite un “saber” o conocimiento. Tan importante es que se asemeja a un medico, no quiero con esto decir que el alumno es un paciente que necesita asistencia, porque no sería apropiado, por más que se asemeje; sino que la educación, como expuse en un publicación anterior, es tan importante como la salud. Es inevitable por lo tanto que se le exija lo mismo o más que a un medico, ya que muchas veces no solo hace lo que le compete, en cuanto a su profesión, sino que debe oficiar además de padre, apoyo emocional, terapeuta, asistente social; sin contar con que la comunidad, (y no en pocas ocasiones el gobierno), le demanda entrega total, sacrificio, que no proteste, (si sus condiciones de trabajo no son las más aptas), que sea competente, profesional, ducho en su materia y que además siempre esté abierto al cambio, que no deje de actualizarse y perfeccionarse, que maneje y se apropie de los avances tecnológicos. Pareciera que el docente fuera, o quisieran que fuera, una persona con superpoderes, pero con el poder de autonegarse en beneficio del otro; podría decirse que un docente debe de ser un mártir.

Es cierto, (hay que reconocerlo), que hay docentes que no cumplen correctamente su trabajo, que siempre se andan quejando, que no se despegan del libro, que no hacen más que lo que establece el programa, que no les importa si los chicos entienden o no, siguen con los que comprenden y no se gastan en captar la atención de los que no los escuchan, ni en explicar a aquellos que no entendieron, tienden a generalizar y meten a los chicos en la misma bolsa: “aquel que no entendió es porque no presto atención”, “estaban en otra cosa por eso no comprendieron”, “ a todos los chicos no les interesa estudiar ni hacer el esfuerzo por aprender y entender”. Pero también es cierto que hay maestros y profesores que se preocupan por “sus chicos”, como ellos sienten a los alumnos que tienen a su cargo, que los incentivan a reflexionar, debatir, comprometerse, que siguen el programa como si fuera una guía de contenidos no como el contenido mismo, que si pierden el libro pueden igualmente dar la clase, que con creatividad e imaginación o ingenio, se las arreglan para cautivar y llamar la atención de todos los alumnos, que están dispuestos a explicar dos o tres veces un tema y a los que no se les da ni el lugar ni el respeto que merecen y a los que muchas veces se los mete en la misma bolsa que esos docentes que parecieran no tener vocación y de los que di cuenta en el párrafo anterior.

La motivación por la escribí este texto parte de mi decisión de seguir con la vocación docente, como publique hace un tiempo estudio para profesora de historia, y es mi afán lograr que la gente que conforma comunidades, sociedades y hasta llega a gobernar pueda diferenciar a aquellos profesores que se comprometen con su trabajo, con los alumnos, con la comunidad, con la sociedad, que tienen en cuenta los cambios que se producen en su entorno, que no se aíslan del Campo Social, que consideran las opiniones de los alumnos; de los padres y de la comunidad, que buscan estar a la vanguardia de los cambios; es decir tratan de inspirar a sus alumnos para que puedan mejorar su entorno y superarse a si mismos, sorteando cualquier obstáculo que la vida ponga en su camino; de aquellos que dejan mucho que desear de su empeño y vocación.

Con esto no quiero decir que los primeros sean perfectos y auténticos, ni de que yo seré un fiel testimonio de ellos, porque eso sería arbitrario, demagogo e inverosímil, lo que trato de exponer es que a mi criterio ese docente es el demanda una sociedad democrática, como dice una profesora, que tengo el honor de tener en una materia que curso, “un profesor debe tener apertura mental” que es todo lo ya expuesto, debe mantener su vocación, su pasión, lo que lo impulso a dar clases o tomar como futuro esa carrera, y ser fiel en todo momento a su honestidad intelectual, a sus convicciones, y valores, pero sin caer en la intransigencia, pues eso sería alejarse de la apertura mental. Este debería ser el modelo de docente al cual aspirar como futuro docente y al que respetar si nos consideramos como miembros de una sociedad democrática, pues si esto es lo que demandamos, y si llegamos a encontrar quienes se acerquen a ello, no podemos rechazarlos, desaprovecharlos o menospreciarlos y mucho menos ponerles trabas a su labor e impedirles que lo cumplan como deben, tenemos que darles el lugar, el respeto, el espacio y el reconocimiento que merecen. Pues, y llegando al fin de mi disertación, al docente, para bien o para mal, lo necesitamos, ya que la mayor parte de nuestra vida la pasamos estudiando y aprendiendo y nuestras guías u orientadores son los docentes. Es más creo que todos recordamos a algunos, (y podría arriesgar que a todos), maestros de nuestra infancia y/o adolescencia por sus cosas buenas y malas; mi propuesta al fin y al cabo es que ayudemos a que en el futuro se recuerde a los profesores más por sus cosas buenas que por sus cosas malas.

martes, 6 de octubre de 2009

La importancia de la educación


Que la educación es importante todo el mundo lo sabe, ¿Pero quién se preocupa realmente por ella?,¿Quién se ocupa de respetarla, de garantizarla, de promoverla y de protegerla?. Díganme de verdad ¿Quién le da el rol que en realidad merece?, la respuestas a estos interrogantes es nadie. Y cuando digo nadie me refiero a todos los hombres y mujeres de este suelo, pues este texto no es un discurso dirigido exclusivamente a políticos, a docentes, y/o gremialistas, es para todos aquellos que se digan o se aprecien de ser argentinos. Para ellos hablo y expongo el porqué de interesarse por la educación.

Estoy cansada de ver y oír los obstáculos y problemas que el acceso a la educación y su desarrollo presentan. No puedo creer que en pleno siglo XXI no se haya encontrado la forma de que la escuela se vinculé con el Campo Social y con los cambios que vienen sucediendo en nuestra sociedad.

Esto no sucede en todas las escuelas, eso debo admitirlo, pero hay bastantes aisladas de todo y de todos, que no contribuyen ni incentivan los cambios sociales y tampoco le son útiles a aquellos que acceden a ella. Que la escuela se cierre en si misma no es para nada positivo, ya que eso implica que se queda atrás del cambio social, se vuelva anticuada y arcaica, convirtiéndose en una institución olvidada y abandonada a su propia suerte. Debe de ser prioridad de todos el evitar que esto suceda, dándole a la escuela el rol de vital importancia dentro de nuestra sociedad, la educación debe acompañar el cambio social y a la vez estar a la vanguardia, no puede estar rezagada. Es ella la que nos da o nos debería dar las herramientas para defendernos de las injusticias, para hacer valer nuestros derechos, para construir un futuro mejor, para comprender el presente, para vivir en sociedad, para saber discernir, para argumentar nuestras elecciones, convicciones y decisiones. Es ella la que nos hace o forma como ciudadanos, si la perdemos o la minimizamos quién nos hará pensar, reflexionar y debatir aquellas cosas esenciales que marcan nuestra vida o nuestro accionar en ella.

Me pregunto al ver que ya nadie cuida ni al docente comprometido ni al alumno que quiere superarse, y también al observar como todos caen en la misma bolsa, ¿Quién va a ayudarla?, ¿Quién va a rescatarla de un fin ruin?, ¿Quién se atreverá a conducirla hacia delante?, y sobre todo ¿Quién tomará la iniciativa de proponer un proyecto, a largo plazo, que mejore, no solo las condiciones de trabajo de los docentes, o la relación alumno-profesor, sino la educación en sí, es decir los programas; la integración del afuera; del cambio social; de lo impredecible; de las capacidades colectivas e individuales de alumnos y profesores , de la relación inter e intrageneracional y el apoyo de los padres y de la comunidad?. Y ahora la respuesta es todos, pues es responsabilidad de todos hacer de la escuela el mejor lugar para los jóvenes que construirán el futuro, y una institución honrada y respetada que sea sinónimo de cambio y evolución y no de deterioro social. Todos debemos hacer algo por ella, ya que sin lugar a dudas al hacerlo contribuimos en cambiar un poco nuestra realidad. Y considerando que creemos en el mañana, en el progreso, en el cambio, en el mundo y en nuestros niños no dudo que haremos algo al respecto, para aunque sea dar el ejemplo de sociedad unida y solidaria a los jóvenes que algún día van a ser grandes, y tendrán en sus manos la responsabilidad de preservar el orden social. Por eso, por mi optimismo natural y por mi fe en Dios y en la comunidad, creo fervientemente que no dejaremos que la escuela sea olvidada y abandonada, haremos lo que este a nuestro alcance para que no se encierre en sí misma y desaparezca, pondremos nuestro granito de arena para que siga siendo un “Templo del Saber”, como decía el director de mi escuela primaria, y para no dejar de sentir a la educación como un elemento importantísimo de nuestra sociedad.