jueves, 19 de marzo de 2015

Entre lo idílico y lo real:




No soy de reflexionar en mis cumpleaños o bueno si desde los últimos años más que nada porque no había otra cosa que hacer, que pensar. No los festejaba desde hacía 5 años, pues no creía que algo tuviese que ser festejado.
Este año fue diferente porque las personas a mi alrededor me dieron motivos suficientes para apreciar este día, para celebrar la vida. Me animaron a sonreír con ganas, empezando por mi hermana que se tomó la molestia de armarme una sorpresa que me lleno el alma, todo en complicidad con mi papá al que también le agradezco mucho.
Mas lo que me tiene aquí escribiendo una reflexión, que de seguro termina en testamento, es ver qué ha sido de estas 26 primaveras. Y llego aquí a vislumbrar que he vivido entre lo idílico y lo real.
Tiendo a idealizar es cierto, porque soy de las que cree que el amor es hermoso, que la esencia del ser humano es ayudar al otro. Soy de las que le gustan los abrazos con emoción, de esos que no das todos los días, las miradas largas y las risas compartidas.
Creo en hadas, duendes, Dios y el poder de las palabras. Pienso que todavía existe la lealtad, el amor a la verdad y la justicia. Que el pecado más grande es la soberbia y el no haber amado nunca. Y que el corazón más helado puede derretirse con una caricia.
Creo en la inocencia de un niño, en los consejos de las madres y abuelas, en los regaños de los padres y en las rabietas de un adolescente. Confío en el que te da la mano acompañando el gesto con sus ojos. Y creo que tras un corazón ennegrecido aún habita la luz.
En eso soy idílica y no lo pienso cambiar. Porque con eso escribo historias que llenan de ánimo a muchos, que les ayuda a escapar por un rato de los rudos desafíos que te pone la vida. Y me ayudan a mí con mis fantasmas y mis demonios. Me devuelven la palabras de mi madre, las tardes de domingo paseando por ahí. Los mates con mi hermana mientras filosofamos de todo y de nada. Charlas con amigos, mi risa de niña, mi alma de soñadora y la inocencia que no se agota.
Sin embargo también he vivido en lo real, sé de perdidas, de heridas y de soledades. De no sentirse útil, de no saber para qué se vino al mundo. De no sentir que se lo quiere y agarrarse con el primero que se cruza. De callar cuando había que gritar, de no luchar, de no decir adiós a tiempo. De cambiar para agradar, de ocultar quien soy, de mentir para no herir y también para vengarse.
Sé que hice cosas que hirieron a otros, que mi hermana sufrió mucho por mi causa, que la soberbia anidó bastante en mi casa y que aún ronda por la esquina. Que a veces he sido intolerante, y no sabido qué hacer con el temperamento y pensamiento del otro.
Aprendí de golpes y caídas, y aún me falta bastante recorrido. No soy tan fuerte como quisiese y sé que sin el apoyo de mi familia estaría perdida. Hice de mi fe mi estandarte y mi bandera, la fuerza que me mantiene viva y me impulsa adelante.
Tuve que llorar para saber que en las malas encuentras las mejores salidas, que los amigos son para toda la vida si los sabes distinguir de entre falsas investiduras. Aprendí que mi rima mejoró al crecer, al liberarme, al mostrarme tal cual soy.
Aprendí de mis amigos, de mi hermana, de mis padres y de mis amores perdidos. Todos han sido mis maestros y a todos les estoy agradecido. Para mí son ángeles que se cruzaron en mi camino, y no porque sean perfectos sino por esas imperfecciones que los hacen únicos, singulares, auténticos.
Cada uno dejó su huella y muchos la siguen dejando. Aprendo de sus errores, aprendo de sus certezas. Aprendo a verme, a vislumbrar mis defectos y mis virtudes, a pedir perdón, a perdonar y a perdonarme. Aprendo a olvidar y dar vuelta la página, a la vez que recordar para no volver a caer o para sentir un abrazo de ayer que me ayude a crecer.
Veo, gracias a ellos, mis errores y mis miedos; los invito a pasar a sentarse en mi mesa y conversar. Es una negociación de nunca acabar, que me dice estás viva, celebra, salta, canta. Levanta la cabeza, pon en marcha tus pies, hay camino y hay fe.
Por eso a todos los que se han cruzado conmigo alguna vez, que coincidimos en un café, en una charla, o en el face; les doy gracias. Hoy soy un poco mejor que ayer, hoy tienen sentido las palabras que me dijeron una vez: «Se vos, se libre».
Y  a los que siempre han estado conmigo les digo no me alcanzará la vida para devolverles todo lo que me han dado, pero con estas palabras les doy gracias infinitas por no bajar los brazos conmigo, por elegirme como hermana, como hija, como amiga. Les debo a todos la vida, y no es exagerar porque para alguien que escribe se renace en cada día que comienza, con cada nueva página que se escribe y se piensa.
Por muchas más vida juntos, por muchos renaceres distintos, divertidos, únicos, auténticos, emotivos en donde se entrelacen lo real y lo idílico.


Con amor un Panda escritor.


(El crédito de la imagen no es mío)

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