lunes, 3 de noviembre de 2014

Mi propia voz:


Otra vez la angustia en mi pecho recordándome la soledad que siento. Y aunque dije que esperaría el amor tan paciente como quien espera que el otoño se vuelva primavera, no puedo evitar que me embargue la pena.
Y me pregunto si habrá alguien para mí, bajo este sol de abril. Quizás uno de esos hombres que no me supieron en el pasado ver. O tal vez una de esas mujeres que me roban el aliento en sueños aunque yo no sepa aún bien el porqué.
Es aquí que veo que soy una muñeca rota, esas de porcelana que alguna vez fueron gloria y hoy son nada. Y entonces me doy cuenta que no me diferencio de aquel Pierrot que entre calles añejas habla del dolor que hay detrás del amor.
Elevo entonces una canción al vacío preguntándome quién soy, y me vuelve un eco silencioso que sabe a frío. Nadie a la vera de esta triste soñadora con alma de niña loca.
Nadie en la senda de esta joven mujer con ansia de querer, corazón de poeta y voz de trompeta.
Y suena a lo lejos un ruiseñor que se acopla a la canción de un viejo trovador que con mandolina y ron, nos habla de la derrota y el sinsabor.
Y en la vera de este mar voy llenando mis pulmones de sal. Y en cada respiro siento que vivo y en el mecer de las olas vibro.
Solo pies caminando en la orilla. Solo ojos perdiéndose en el horizonte lejano. Solo congojas que riegan lágrimas en mis mejillas. Solo un grito ahogado que no sabe llegar a ningún lado.
Y en medio de todo un corazón que late, que desea que sepan que arde. Un corazón que le dice a mi cuerpo que aún no es tarde, que no baje los brazos, que alce vuelo y busque el amor.
Y una voz que bien puede ser mi madre o Dios que clama; «Se libre, se vos». Una voz que se lleva el miedo de mostrarme tal cual soy, de abrir de par en par las puertas de mi corazón y de alzar de nuevo mi propia voz.    

Alexiss Mocçia®

(El crédito de la imagen no es mío)

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