jueves, 3 de julio de 2014

Al ver un comenta recordé:

(El crédito de la imagen no es mío)



Hola ¿cómo estás?, hace tiempo que no hablo con vos. Espero que te encuentres bien y que sonrías al recibir esta carta.
Estaba pensando que quizás necesitabas algunas buenas palabras de esta miga perdida que tienes por ahí. Quizás estoy tomándome un atrevimiento que no debo o importune tu momento,  por lo que breve trataré de ser.  
Vi pasar un cometa o ¿sería una estrella fugaz?, no lo sé, solo fue que aquello me hizo recordar lo bien que me sentía tiempo atrás contigo a mi lado y nada más.
Nostalgia dirás al leer estas tontas líneas y sonreirás pensando en lo estúpida que me vi escribiendo sobre un cometa, una estrella fugaz y el viejo tic-tac de aquel reloj de pared. Espero que aún recuerdes aquel reloj cucú que había en tu cocina, de seguro lo has tirado o te has mudado. Pero espero que no hayas olvidado que ese reloj siempre nos avisaba el tiempo que juntos nos quedaba.
Cómplices fueron nuestras miradas y audaces nuestras caricias. Nunca nos faltaron las palabras amenas y el consejo certero en el instante oportuno.
Tuvimos tantos momentos que me cuesta elegir uno en particular y recordarlo para contártelo a ti. Bueno supongo que para vos es mucho más fácil la elección, ya que nunca olvidarás mi traición. Poco importa que hoy te diga que lo que me hizo huir fue mi falta de valor, sí la que se quedo llorando en un rincón fuiste tú.
Me contaron que me has odiado desde entonces y que la invitación a mi boda, que mi madre te mandó, la quemaste al instante de haberte llegado. No es para menos, en tu lugar hubiese hecho lo mismo, porque ¿quién puede perdonar a alguien que se acobarda a último momento y te deja con todos los sentimientos y los señalamientos?.
Por culpa de mi silencio te tuviste que ir del pueblo, o por lo menos eso me han dicho. Mientras que yo me cubrí de las estúpidas apariencias de ser una «dama perfecta» de la sociedad.
Me casé con Gustav, como estaba en los planes de mi familia, y me fui de Minsk a París como quería yo. Allí me recibí de abogada y licenciada en ciencias del lenguaje. Esto te aburré ¿verdad?, perdóname es solo que quería saber si te habías recibido de fotógrafa o periodista deportiva, porque hasta donde supe esos eran tus sueños.
Aún recuerdo cuando entre cafés y cigarrillos me contaste que te vería por la televisión relatando un partido o en galerías haciendo exposiciones de fotografía. No me olvido que yo te alentaba a la par que te comentaba que me encontrarías dando clases o en grandes juzgados.  
También me viene a la mente que me decías que me sentarían de maravillas los trajes sastres y los vestidos; y que se te hacía agua la boca imaginarme con tacones.
¿Puedes creer en que nimiedades me detengo esta noche a pensar?, pero es que viendo la demanda de divorcio que estoy a punto de firmar, me doy cuenta que solo tú me supiste amar.
Gustav jamás tuvo para mí palabras gratas, regalos creativos, sorpresas inesperadas o gestos amables. Con decir que inclusive el sexo era algo programado por medio del calendario y que se divertía más con aquellas mujeres con las que me engañó en más de una ocasión.
Bien es sabido que si juntos tanto hemos estado solo se debe al nacimiento del pequeño Maurice, que pronto cumplirá diez años. Pero no culpo de nada a Gustav, ya que ni él ni yo nos casamos por amor sino por obra de nuestros padres.
A él lo habían amenazado con quitarle la posibilidad de que asuma como presidente de la empresa familiar. Y a mí me señalaron que era más fácil vivir acorde a la «normalidad». Aunque ahora me pregunto ¿qué es la normalidad?, ¿acaso lo que la sociedad te obliga a hacer, o lo que te haga feliz?.
Para mí normal es estar con quien amas o ver feliz a tu hijo y no llorando por las recurrentes peleas de sus padres o que te diga que prefiere vernos separados que gritándonos.
Normal es no mentirse como lo hice hace casi once años, cuando oculté que te amaba como nunca he amado a nadie. Normal es no engañar, como lo hice yo al pretender ser alguien que no soy. Normal es ser libre como no lo pude ser hace un tiempo atrás, cuando callé mi elección, mi sentimiento y mi pasión. Y aunque hoy al firmar mi divorcio al fin podré ser yo, ya nada no es lo mismo si no estás tú.  
Pero al menos en esta noche me animé a escribir lo que llevo atragantado desde ese día en que dije «Lo siento, no soy como tú». Y por eso solo espero que cuando leas estas líneas aún pienses que he sido una buena amiga o tal vez la más fiel enemiga; pero que jamás dudes que «Siempre te he querido, mi dulce Sascha».
                                                                                                                               Tuya siempre,

Lena Amarov.

Alexiss Mocçia®

No hay comentarios.:

Publicar un comentario