sábado, 3 de agosto de 2013

Egipto:


El sol nace por detrás de las pirámides,
pues a despertar al Faraón, sus rayos vienen.
El Faraón, al igual que el sol, es de todo Egipto
el supremo dueño indiscutido.


Al igual que las pirámides,
la vida de los faraones
está llena de magia, misterio,
brillo y ensueño.  


 A ambos los envuelve la inmortalidad
y los embarga la obligación,
de dar al pueblo estabilidad y prosperidad,
para que no reine la desolación.


Nadie se pregunta qué pasa,
por el corazón humano del Faraón.
Solo se espera y se desea,
que, en él, el bienestar de Egipto sea la prioridad mayor.


No ven a un hombre, ven a un Dios.
Le rezan, le hacen ofrendas y le obedecen sin rezongar.
Inclusive lo siguen venerando, cuando este mundo ha dejado de habitar.
Y es que sin su luz deviene el caos.


¡Egipto amado!, no apagues tu luz,
ni sucumbas aún.
¡Egipto soñado!, conserva tu brillo por mil años más,
que todavía hay niños que sueñan con tu suelo pisar.


Me dolería verte perecer.
No me gustaría verter desaparecer.
Quisiera, como la gente, que en ti, vivió ayer
verte siempre triunfal y perenne.


Espero Egipto amado,
que siempre haya un Faraón que vele tu hado,
o que tus monumentos
te protejan de la destrucción que ejerce, el paso del tiempo. 


Alexiss Mocçia®

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