viernes, 10 de abril de 2015

Es…un dulce no sé



Es tu voz el dulce viento que me calma.
Es la brisa que refresca mi alma.
Son tus ojos los luceros,
que hacen mi día más ameno.

Es tu aroma a cítrico y menta
que aunque no lo perciba de cerca  
de alguna manera me llega
y de algún modo me completa.

Es ese «te quiero»,
que se siente sincero.
Es robarle una caricia al tiempo,
y pensar que este camino estaba preparado.

Es mezclar la razón con la locura.
Es desear ser Neruda,
para bordar un poema en tu cintura.

Es desear que no dejes de ser mi musa.
Es agradecer que mi métier sea la escritura.
Es sentirte egoístamente mía
 y sentirme sencillamente tuya.

Es ver cómo te adueñas,
de la esencia de las violetas;
y sabes hacer relucir el ámbar que me caracteriza.

Es sentir que no hay explicación
para tanta compresión.
Pero al mismo tiempo sentir cómo ese dulce «no sé»
nos llena a ambas de satisfacción y placer.

Alexiss Mocçia®

(El crédito de la imagen no es mío)

lunes, 6 de abril de 2015

Cuando se oculta el sol


Te imagino cerca de mí, paseando por la orilla del río. Palabras sin sentido tejen nuestro primer dialogo cara a cara. La brisa del viento nos despeina el pelo y provoca la primera risa de mi boca. Es que ver los esfuerzos que haces para no arruinar el momento, te hacen ante mis ojos lo más adorable que conociese.
Bufón te definiste una vez para mí y si eso es sinónimo de alegría y plenitud, bienvenido que lo seas entonces. Pensando en eso siento tu mano tomando la mía y tiemblo ante ese contacto, esperado, anhelado pero que por sorpresa me ha tomado.
Ahora sos vos la que se ríe al percatarse de mi sonrojo, de esa mueca tímida que no quiere convertirse en sonrisa para no delatarse. Mueca que me traiciona cuando lleva brillo a mí mirar.
Y ríes entre divertida y nerviosa, porque por sentir que estoy perdiendo voy subiendo mi mano por tu brazo y me llego hasta tu cuello. Lo acarició despacio para sentir como tu corazón golpea fuerte en tu garganta. Estoy segura que si te preguntase algo no te saldrían las palabras para contestarme. Sin embargo poco me importan en este momento las palabras, ya hemos dicho bastantes.
Por eso calló yo también y sigo mi recorrido hasta tu mejilla, mientras siento tus manos en mi cintura aferrándose con esa fuerza tan tuya.
Mis dedos delinean tus labios conscientes de que el tiempo es relativo, que todo puede desaparecer si no se sabe memorizar el momento. Y tus manos lo saben también por eso juegan con mis costados, mientras nuestros rostros se dan a la tarea de acortar la distancia, mínima, que había entre tu boca y la mía.    
No falta, en ese encuentro esperado, un suspiro que se nos escapa. Suspiro que lleva la osadía de Alejandría y el color de la esperanza. Suspiro que resume prisas, ansías y la sensación de estar en casa.

Un suspiro que permite que tu lengua se encuentre con la mía y vuelva a definir qué es la poesía. Y al terminar nuestro beso el sol se comienza a ocultar mezclando, entre el cielo y el agua, el violeta con el ámbar. 
Alexiss Mocçia®

(El crédito de la imagen no es mío)

viernes, 3 de abril de 2015

Crónica de un caminante


Era un día cualquiera, tan parecido a otros que ya había vivido. No iba a ser diferente, otra vez me sentiría estancado, otra vez caminaría sin rumbo por ningún lado. Otra vez las calles me parecerían las mismas, sin vida, sin luz, sin nada que mereciese la pena, que mereciese la vida. Otra vez se repetía la historia y amar a quien no debía parecía mi estigma, mi condena,
Otra vez los fantasmas se me agigantaban y me decían «no vales nada». Otra vez se morían las palabras en mi garganta. Otra vez la impotencia era mi compañía. Siempre ha viajado conmigo, desde que tengo uso de razón la impotencia, la ira contenida han estado en mi maleta. De ahí los puños apretados, las mandíbulas dolientes, las lagrimas sufrientes que se escapaban en sueños y llamaban a alguien sin nombre, a alguien que no respondía, que no estaba.
Y por esas épocas me deslumbraban muchos falsos soles, muchas mentiras blancas, muchas publicidades de neón. Y por esas fechas yo mentía, como mienten otros, como hacen muchos. Pero lo peor es cuando caía en creerme esa mentira. Pequé de tonto, de Pierrot, de roto espejo que no refleja nada. Me estanqué, me inventé una realidad que terminaba por atraparme en un rol que no era mío ni por asomo.
Caminando así fui perdiendo la confianza en tiempo mejores, en que merecía la felicidad, en que no habría ausencias que contar. Comencé a tener miedo de la noche, a amar los desvelos solo por el hecho de que despierta podía huir de aquello a lo que temía enfrentar. Mis sueños eran pesadillas, mi humor era la de un perro abandonado, que saca los dientes solo para defenderse de todo lo que cree lo puede lastimar.
Y ahí estaba yo, sin rumbo, sin saber qué hacer. Descubriendo que había más debajo en mi ser, algo de lo que no quería ni saber, ni entender. Tuve que detener mi caminar, llorar de más y jugarme a hablar de que no siempre he sido yo. Hablar de que había algo distinto, algo que me llamó la atención hace mucho pero solo al tocar fondo me atrevía a confesar, a admitir.
Es entonces que en este proceso di con una curva, tomé un camino que no imaginé jamás o más bien en el que no había reparado por andar mintiendo, por andar ocultando partes de mí. Esa curva me trajo paz, me hizo pensar.
Aquella curva me hizo temblar, me traspasó la piel y entonces la realidad me alcanzó. Y al hacerlo me dijo «esta sos vos, aceptate». No negaré que me asusté e intenté volver a huir, pero una mano se choco con la mía una tarde cualquiera. Andábamos leyendo las mismas cosas, comentándolas sin relacionarnos para nada. Pero la mirada parecía la misma y eso me sorprendió.
Hacía rato que había comenzado a dudar que alguien pudiese ver más allá de lo que estaba escrito, por lo que encontrarme con alguien que oficiaba de hacer lo mismo que a mí me gustaba capto mi atención. Y pasé a seguirla en un camino unidireccional, a leer que podía en dos frases sintetizar a Platón, a Lorca, a una rosa. Que entendía de dolores y amarguras.
Se sentía como que aunque no nos conociésemos sus palabras eran las que yo no me atrevía a decir. Estancada en el rol de alguien formal, nunca tuve la fuerza para mandar por donde vino a alguien. Siempre cubrí mi palabra de metáforas muy rebuscadas, y en cambio ella escribía directo; no eran vulgaridades sino simplezas con sentimiento palpable. Y solo un ciego no sabría qué escondían esas palabras. Y comencé un habito del que no me cansaría, leer, perderme en esas oraciones. Y sorpresa fue saber que ella daba al tiempo conmigo, que comenzaba a seguirme, que me leía y luego me comentaba.
Era estar esperando por ese intercambio de nomas que unas cuantas palabras, que luego se transformaron en oraciones más largas y con el tiempo fueron desvelos acompañados. Conversaciones que develaban lo poco y necesario, que me servían para no caer, para escribir, para renacer. Pero parecía que la estaba idolatrando, que otra vez salía de mi lo idílico y el temor de que todo fuese un sueño me dijo «que tal si esta vez dejas lugar para lo real, no hay nada que perder con probar esta vez mostrarte como sos y permitirle al otro hacer lo mismo».
Y por vez primera le hice caso a ese miedo, que venía de varios intentos fallidos en los que no me habían visto de verdad, o en las que yo no los había visto a ellos de forma real. Así las conversaciones se volvieron testamentos para mostrarle que yo no era un cuento, que por más hadas que adornen mis palabras no soy más que una mujer, que a la noche quiere gritar al mirar la oscuridad. Que todavía tiene miedo, que no cree que es hermosa, que perdió la confianza en muchas cosas. Que tiene complejo de príncipe errante, pero es también una princesa prisionera. Tengo algo de guerrera y de maquivelica. Tengo narcisismo de a ratos y en otros me siento un trapo.
Tengo defectos que en ocasiones han tapado mis virtudes, he vivido y he soñado. He anhelado y he perdido. He nacido con algo que me dolía en las entrañas, saber que no había sido planeada. He nacido pensando que le debía a mis padres el haberme aceptado.
He crecido pensando que la gente es buena pero tiende a hacer daño, perdoné más de lo que me han perdonado. Di explicaciones a quienes no debía, y ayudé a quien no lo pedía ni agradecerlo sabía.
Terminé creyendo que mi rol era ser el saco de boxeo de aquel que la pasa mal. Terminé creyendo que me dejaban por alguien mejor, que era tonta por esperar. Terminé creyendo que algo conmigo estaba mal, que no despertaba esa curiosidad que te hace querer saber más. Que de mi solo pedían amistad, que era fea a los ojos de los demás.
Hice de mi intelecto mi armamento, me defendí con argumentos, levanté banderas que se volvieron fortalezas. Me llené la mochila de cosas no dichas, de omisiones, de tonterías. Me refugié en la fantasía, cree un mundo de arcilla. Y cuando me atrevía a ser valiente mi madre partía. La vida me decía «esperaste mucho, este es el precio a pagar por no haber crecido de verdad».
Se cerraba otra vez mi garganta, las palabras morían, la ira volvía. Me hablaban de tiempo, de curar y yo solo podía llorar. Odié las fotos, los recuerdos, las palabras dichas,el olvidar el sonido de una voz.
El volver a casa y saber que no habría té que compartir, charlas que entablar ni abrazos que dar. Que el «buenas noches» con un beso ya no estaría para mí ni para nadie más.
Y otra vez comencé a creer en falsos ídolos de cristal. Personas en las que quería perderme, y sino fuera que para algunas cosas mi cuerpo se resistía y me decía «espera», hace rato que sería una más en alguna agenda de algún don juan.
Fue entonces que abriéndome a ella y mostrandole que era simple, común y corriente, que lo bello solo era lo que escribía no lo que vivía; me abrí camino en su vida. Me mostró sus heridas, y sus batallas tanto las ganadas como las perdidas. Y si para mí era bella por lo que pensaba, cuando se mostró tal cual era, se hizo más bella.
Y busqué entonces entre los adjetivos que conocía alguno para denominarla, para que al decirlo solo pudiese referirme a ella. Terminé así acudiendo a otro idioma, al que venía de mis raíces, esas que había olvidado porque me hacían recordar el dolor de ya no tener a mi vieja* . Y fue el italiano con su Piú Bella el elegido para tal empresa.
Y así al hacérselo llegar por escrito me sonrojé y sentí que invadía su espacio, quizás sin permiso pero era lo que sentía. Y cuando se lo dije por audio fue más placer que vergüenza, lo que de mi se apoderó. 
Después le siguió el aroma de las violetas que asocié perfectamente con ella, al saber su significado, al ser junto a las rosas blancas mi flor favorita. Y hoy todo eso se tiñe incluso de cierto verde que solo habla de la calidez que me invade cada vez que coincido con ella, que nos perdemos en charlas sin importar que las horas pasan, o si al otro día seremos mapaches o zombies. 
Y es tanta la familiaridad que ya la siento como si fuese mi casa, me gusta darle la bienvenida o que sea ella la que me lo de. Me gusta saber que la cuido, que puedo escucharla, que estoy allí para ella. Me gusta enviarle abrazos, besos y ahora decirle que la quiero. Me gustan sus hoyuelos, sus risas, su tatuaje y su frescura.
Me fascina la luz que parpadea intermitente en sus ojos, esos que dicen todo incluso lo que ella no quiere que se sepa. Y puede ser en un vídeo, en una imagen o en una vídeo-conferencia pero ellos me cuentan, me gritan su verdad. Debo admitir en esta parte, que me gusta que ellos me reconozcan, que sepan que en mi pueden confiar, que yo los sabre leer y entender. 
Aquello hace que al escribir deje pistas de que pienso en ella, en su alma, en sus heridas, en sus ojos, en lo que calla y en lo que cuenta. Y me importa todo, su día a día, sus peleas, sus agonías y sus alegrías. Y me gusta ser parte de esa calma que de a ratos puedo hacerle llegar, y me gusta saber qué come, con qué sueña, cómo le ha ido en la oficina.
Me gusta poder contarle mis cosas, poder hablarle casi como si fuera de mi mismo lugar. A veces ni me lo pienso le digo palabras que en mi país se usan siempre, y luego me siento feliz de poder explicárselas. Ya que eso hace que las charlas siempre sean largas, que haya preguntas de ambos lados y no importa si es algo tonto como qué es el mate, o si es algo más serio como por qué estas enojada o por qué estás a punto de llorar; lo importarte es hacerse notar en la vida de la una y de la otra.
Es escuchar alguna canción y pensar «quizás a ella le guste», y dársela con la intensión de que sepa que estuvo en mi pensamiento. Es sonreír al leer sus mensajes, es no saber explicar por qué estoy más radiante. Es entender mi locura a través de sus ojos, es mostraerle que entiendo la suya.
Es reflejarse una en la otra y no poder contestar a esa pregunta ¿qué vio en mí para estar apostando tanto?, pero saber que pase lo que pase eso no cambiara ni tantito. Es apreciar cada detalle, y atesorarlo como si siempre se tratase de un nuevo descubrimiento.
Es encontrar encantador y ameno hasta los silencios que parecen conjugarse cómodamente para que grabemos los diferentes rasgos de nuestros rostros y nuestras expresiones. Es sentirse tonto y sabio a la vez, caballero y princesa al mismo tiempo. Es abrazar la fuerza y la fragilidad, es codearse con la realidad y la fantasía. Es escribir como si la vida se te fuera en ello y recuperar el aliento en la misma tarea.
Es sentir su ausencia, por más mínima que sea, como un tormento y su vuelta como un gran regreso. Es darse siempre la bienvenida y disfrazar el miedo de perderla en un «cuídate». Es por eso y por más que le escribo esto, a ella y a quien quiera leerlo. Para que sepan que en la vida todo tiene su tiempo, y aunque el destino no sea amigo de los desvalidos a veces teje caminos por los que uno aprende a ver la luna y apreciarla más que al sol. Caminos que te hacen topar con violetas que encienden tu vida, con rosas que creías pedidas. Caminos que te devuelven la dicha, la paz y la armonía. Caminos que te inspiran y gritan «Ve por más, que aún estas viva». 
Esos caminos son los que a mí me gusta recorrer, son por los que me detengo a escribir esta crónica, son los que me mueven a contarles que hoy soy otra; porque mi camino se cruzó con el destino, porque alguien más apuesta por un tiempo compartido...

Alexiss Mocçia®

(El crédito de la imagen no es mío)
  

miércoles, 25 de marzo de 2015

Reflexiones de un miércoles nublado a causa de cierto episodio recurrente:



Las siglas son LGBT porque tratar mal o menospreciar al colecticio bisexual y decir cosas como que no saben lo que quieren o no se han definido. ¿Nadie puede pasar toda su vida siendo bisexual a pesar de estar en pareja con alguien de su mismo sexo?. ¿Tenemos que regirnos si o sí por etiquetas?, ¿tenemos que discriminarnos dentro de la misma comunidad?. Creí que por ser diversos, diferentes tendríamos la mente un poco más abierta pero parece que no es así. Los prejuicios existen y se acarrean a todos lados cuando perdemos de vista el ser tolerantes, el respetar al otro cómo es y no intentar cambiarlo. Ya de por si, no creo que ser bisexual merezca comentarios como que la pareja ideal para ellos sea un hermafrodita, ni tampoco suponer de una que van a ser infieles solo por que les «atrae» ambos sexos. Creo que deberíamos centrarnos en ese aspecto en particular «atraer», es decir que a los bisexuales les parece atractivos, les llama la atención, les sube la libido si queremos decirlo de manera más coloquial ambos sexos. Pero a la hora de estar en pareja no creo que estén pensando ni en etiquetas ni en salir corriendo tras un hombre si saliesen con una mujer,  o tras una mujer si saliese con un hombre. Tampoco que salga a la vez con personas de ambos sexos, pensemos que la fidelidad tiene que ver con los sentimientos no con la sexualidad. Y también considero que si ellos han salido del armario diciendo que son bisexuales y quieren mantenerlo durante toda su vida, aunque se hayan juntado, estén conviviendo o incluso se hayan casado con alguien de su mismo sexo; tienen el derecho de hacerlo. Porque no creo que ninguno de los demás cambien sus etiquetas a «asexual» por pasar cierto tiempo sin tener relaciones o priorizar las emociones antes que el contacto físico, por lo menos en las primeras semanas de una relación por dar un ejemplo ¿o me equivoco?. Lo que busco con esto, que seguro hiere susceptibilidades, es tratar de que pensemos en el respeto al otro más allá de las etiquetas que pretendamos llevar, o nos hayan tocado en suerte. Somos personas que aman personas más allá del género, de la etnia o de la religión; por lo que discriminar a quien es diferente no es una buena opción y menos dentro de la comunidad que supuestamente lucha por los derechos de los colectivos L (lesbianas), G (gays), B (bisexuales), T (Transexuales) y demás. Las letras están por algo no nos olvidemos de eso.  

(El crédito de la imagen no es mío)

sábado, 21 de marzo de 2015

Mis cadenas:


Mis demonios y mis fantasmas
que están debajo de mis sabanas
son la condena que me atrapa
y forman las cadenas de mi alma.


Lo que dije y lo que callé
lo que omití y lo que realicé
es lo que en las noches no me deja dormir
y el invierno es frío si no estás aquí.


Caí en la cuenta que he caído tantas veces
que creo que el suelo me ama con creces.
No hace falta que te diga que pienso sandeces
al menos una vez al mes.


Sabes de sobra que hago broma entre las cosas serias
y eso es para que no me ahogue la pena.
No mires raro, siento hoy más que ayer el peso de mis cadenas
y aunque quiera gritar las palabras se me vuelven arena.


Es que si supieras bien lo que temo
entenderías lo que siento
pero ahora solo tengo de testigo al viento
como mi fiel consejero.


No hay soles en mi esquina,
y la luna se muestra conmigo esquiva.
Se cansó de recordarme que estoy viva
y que hay esperanza todavía.


Pero el universo que nos cobija
dejo abierta una rendija
por donde mi cadenas
se encontraron con tus tijeras.


No es que hayas borrado mi pasado
solo es cuestión de que ahora paseo de tu mano.
No es que se han roto todas mis cadenas
solo es cuestión de que es más llevadera la condena.


No es que se me haya ido el insomnio
es que lo comparto contigo.
No es que haya dejado de sentir miedo
es cuestión de que te siento conmigo.


No es que se haya ido el dolor
es solo que contigo todo es un poco mejor.
No es que vea en rosa
es solo cuestión de que ya no estoy sola.


Mis cadenas están aquí.
Mis fantasmas todavía piensan en mí.
Mi condena está ahí
Y mis demonios aún se burlan de mí.


Pero muchas cosas tienen sentido
desde que me crucé contigo.
Y muchas cosas se ven distintas

desde que volamos juntas.

Alexiss Mocçia®

 
(El crédito de la imagen no es mío)

jueves, 19 de marzo de 2015

Entre lo idílico y lo real:




No soy de reflexionar en mis cumpleaños o bueno si desde los últimos años más que nada porque no había otra cosa que hacer, que pensar. No los festejaba desde hacía 5 años, pues no creía que algo tuviese que ser festejado.
Este año fue diferente porque las personas a mi alrededor me dieron motivos suficientes para apreciar este día, para celebrar la vida. Me animaron a sonreír con ganas, empezando por mi hermana que se tomó la molestia de armarme una sorpresa que me lleno el alma, todo en complicidad con mi papá al que también le agradezco mucho.
Mas lo que me tiene aquí escribiendo una reflexión, que de seguro termina en testamento, es ver qué ha sido de estas 26 primaveras. Y llego aquí a vislumbrar que he vivido entre lo idílico y lo real.
Tiendo a idealizar es cierto, porque soy de las que cree que el amor es hermoso, que la esencia del ser humano es ayudar al otro. Soy de las que le gustan los abrazos con emoción, de esos que no das todos los días, las miradas largas y las risas compartidas.
Creo en hadas, duendes, Dios y el poder de las palabras. Pienso que todavía existe la lealtad, el amor a la verdad y la justicia. Que el pecado más grande es la soberbia y el no haber amado nunca. Y que el corazón más helado puede derretirse con una caricia.
Creo en la inocencia de un niño, en los consejos de las madres y abuelas, en los regaños de los padres y en las rabietas de un adolescente. Confío en el que te da la mano acompañando el gesto con sus ojos. Y creo que tras un corazón ennegrecido aún habita la luz.
En eso soy idílica y no lo pienso cambiar. Porque con eso escribo historias que llenan de ánimo a muchos, que les ayuda a escapar por un rato de los rudos desafíos que te pone la vida. Y me ayudan a mí con mis fantasmas y mis demonios. Me devuelven la palabras de mi madre, las tardes de domingo paseando por ahí. Los mates con mi hermana mientras filosofamos de todo y de nada. Charlas con amigos, mi risa de niña, mi alma de soñadora y la inocencia que no se agota.
Sin embargo también he vivido en lo real, sé de perdidas, de heridas y de soledades. De no sentirse útil, de no saber para qué se vino al mundo. De no sentir que se lo quiere y agarrarse con el primero que se cruza. De callar cuando había que gritar, de no luchar, de no decir adiós a tiempo. De cambiar para agradar, de ocultar quien soy, de mentir para no herir y también para vengarse.
Sé que hice cosas que hirieron a otros, que mi hermana sufrió mucho por mi causa, que la soberbia anidó bastante en mi casa y que aún ronda por la esquina. Que a veces he sido intolerante, y no sabido qué hacer con el temperamento y pensamiento del otro.
Aprendí de golpes y caídas, y aún me falta bastante recorrido. No soy tan fuerte como quisiese y sé que sin el apoyo de mi familia estaría perdida. Hice de mi fe mi estandarte y mi bandera, la fuerza que me mantiene viva y me impulsa adelante.
Tuve que llorar para saber que en las malas encuentras las mejores salidas, que los amigos son para toda la vida si los sabes distinguir de entre falsas investiduras. Aprendí que mi rima mejoró al crecer, al liberarme, al mostrarme tal cual soy.
Aprendí de mis amigos, de mi hermana, de mis padres y de mis amores perdidos. Todos han sido mis maestros y a todos les estoy agradecido. Para mí son ángeles que se cruzaron en mi camino, y no porque sean perfectos sino por esas imperfecciones que los hacen únicos, singulares, auténticos.
Cada uno dejó su huella y muchos la siguen dejando. Aprendo de sus errores, aprendo de sus certezas. Aprendo a verme, a vislumbrar mis defectos y mis virtudes, a pedir perdón, a perdonar y a perdonarme. Aprendo a olvidar y dar vuelta la página, a la vez que recordar para no volver a caer o para sentir un abrazo de ayer que me ayude a crecer.
Veo, gracias a ellos, mis errores y mis miedos; los invito a pasar a sentarse en mi mesa y conversar. Es una negociación de nunca acabar, que me dice estás viva, celebra, salta, canta. Levanta la cabeza, pon en marcha tus pies, hay camino y hay fe.
Por eso a todos los que se han cruzado conmigo alguna vez, que coincidimos en un café, en una charla, o en el face; les doy gracias. Hoy soy un poco mejor que ayer, hoy tienen sentido las palabras que me dijeron una vez: «Se vos, se libre».
Y  a los que siempre han estado conmigo les digo no me alcanzará la vida para devolverles todo lo que me han dado, pero con estas palabras les doy gracias infinitas por no bajar los brazos conmigo, por elegirme como hermana, como hija, como amiga. Les debo a todos la vida, y no es exagerar porque para alguien que escribe se renace en cada día que comienza, con cada nueva página que se escribe y se piensa.
Por muchas más vida juntos, por muchos renaceres distintos, divertidos, únicos, auténticos, emotivos en donde se entrelacen lo real y lo idílico.


Con amor un Panda escritor.


(El crédito de la imagen no es mío)

martes, 3 de marzo de 2015

Que me falte todo menos tú


¿Y si pierdo este hábito de hablar horas contigo?, ¿y si pierdo esa complicidad de miradas que te lleva lejos sin saber qué hacer?, ¿y si pierdo la posibilidad de ser feliz otra vez?. ¿Y si me corazón se convirtiera en hielo?, ¿Y si se me muriera la voz de nuevo?, ¿y si dejaran las palabras de ser mi metier?. Dime ¿acaso estarás ahí para devolverme lo que tuvimos alguna vez?, ¿cobijarías mis miedos y me dirías que todo estará bien?, ¿podrías volver a adorarme si me pierdo para no volver?. ¿Serías mi hogar de nuevo?, ¿serías ese beso sin el que no puedo vivir?, acaso ¿estarías dispuesta a quedarte conmigo tan solo viendo llover?. ¿Podrías guardar el secreto de mis labios?, ¿no reírte de mis delirios?, ¿y saber que compartiendo un té logras cambiar mi parecer?. Te susurro esto mientras creo que duermes, pero de repentes abres los ojos y me miras. te acercas a mis labios y los besas con devoción y me decís «No crucé el mar para rendirme ante el primer obstáculo que se nos presente. Y si tú me quieres como demuestran tus actos, ten por seguro que no te dejaré caer. Eres ese tesoro que jamás pensé encontrar y no pienso dejar que una simple lluvia se lleve lo que ambas soñamos crear. Así que ven a mis brazos y deja de pensar que esto se acabará. Si llegas a perderte te besaré hasta el alma con tal de hacerte volver». Y lo hace, me abraza fuerte y me besa para dejarme claro que siempre estará, que ambas vencimos la distancia y que ningún obstáculo que se presente podrá acabar con el profundo sentimiento que hay en nuestro mirar. Sé ahora que si una cae la otra la levantará, porque lo que sentimos es real...

Alexiss Mocçia®

(El crédito de la imagen no es mío)