domingo, 14 de junio de 2015

Hoy…yo soy:


Que de a ratos soy niña, lo sé, que me pierdo en miedos también. Sé que necesito regaños de vez en cuando y una mirada grata al final de la jornada.
Exijo a los demás porque me lo mismo a mí, tiemblo en las noches de tormenta por mi dolor, lo no resuelto y lo que de otros me llega en el viento.
No hace falta que admita aquí que hay días en los que ni yo me entiendo. Puedo angustiarme, llorar, reír y sentirme importante todo en poco tiempo. Puedo ser susceptible a los ruidos, gritos, reproches, gestos, expresiones.
Pueden los días de lluvia volverme melancólica. Puedo contarte una historia vieja mil veces y volverme tonta de a ratos.
Pero lo que nunca haré será darme por vencida ante un reto, descuidar y/o desproteger a los que quiero. Nunca dejaré de sentir que mi familia es sagrada y que está compuesta por más personas que las que tienen mi misma sangre.
Nunca dejaré de poner mi corazón en todo lo que hago y animarme siempre a más. Mi sonrisa y mi sinceridad serán mi escudo y mi camino.
Haré de mi buen humor un arte junto con aprender historia y escribir. Diré alto lo que siento y pienso, y si puedo te brindaré una mano.
Seré la roca de quien aprecio y el empujoncito de mis afectos. Reconoceré mi error y trataré de enmendarlo en lo posible.
Pero no piensen por ningún motivo que todo aquello me hará débil, tonta o que deseo estar bien con todo el mundo. Porque así como doy también quito, y si veo que se me ve parcialmente pues parcial es lo que de mí recibirán.
Me adapto a la circunstancia pero eso no quiero decir que sea hipócrita. Porque mi convicción y mi esencia no las negocio. Y hacer rato que no apuesto mi libertad para caerle bien a nadie.
Aprendí de una loca y querida mujer que no hay nada más sabio que ser uno mismo y ser libre. Me lo escribía en cada tarjeta de cumpleaños que recibí hasta los veinte años.

Y hoy más que nunca quiero honra esa máxima. Por eso hoy en libertad y siendo yo misma, abrazo la vida con cada momento que se me brinda a manos llenas y me reto a navegar mar adentro una vez más. 

Alexiss Mocçia®     

       
(El crédito de la imagen no es mío)

viernes, 5 de junio de 2015

#Ni una menos:


Un golpe y unos bombones. Un golpe y unas flores. Un golpe y una caricia. Así se ejerce muchas veces la violencia. Pero también es violencia la humillación, el coartar la libertad y las bajezas a las que hemos sido sometidas las mujeres, en algún momento de nuestras vidas.
Algunas tenemos suerte y sólo llegan a nuestros oídos los casos extremos. Otras sólo conocemos la violencia laboral o un comentario en la calle que dista mucho de ser un piropo. Sin embargo no creo que nuestra integridad y permanencia en esta vida tenga que ser cuestión de suerte.
No por haber nacido mujer debo agradecer que no me desalienten, que no me desvaloricen, o que no me peguen. No por haber nacido con vagina debo agradecer mi suerte de no ser violada y rezar todas las noches para que no me pase a mí o a mi hermana. No por haber venido al mundo como mujer que tengo que dar gracias que estoy en un país relativamente democrático, laico, liberal donde gozo de bastante libertad, de derechos y donde puedo más o menos alzar mi voz.
La vida de una mujer no debería ser algo que esté relacionado con la suerte, con el azar. Es azar si el sexo con el que venimos, porque hasta cierto tiempo no sabemos si seremos niño o niña. Pero una vez vemos la luz del día somos seres humanos con derechos que van más allá de nuestro género. Y eso se traduce también en otras cuestiones que no quiero dejar fuera de esta reflexión.
La violencia hacia la mujer no solo viene de parte de los hombres, se ejerce también de mujer a mujer. Desde la madre que educa a los varones con la idea del macho alfa; hasta la que educa a sus hijas mujeres como una princesa obediente.
Desde aquella mujer que ama a otra pero la golpea, la cela de más, la humilla, la chantajea emocional y económicamente; hasta la mujer que mira mal o discrimina a otra por su orientación sexual.
Desde la moralista cristiana que ve a otras mujeres como promiscuas, hasta la agnóstica que se olvida que la mujer cristiana también es mujer.
Y podría nombrar cientos de casos más en el que nos violentamos entre nosotras mismas. Y con esto no trato de olvidar que los hombres tienen parte en la violencia de género y en el aumento de los femenicidios. Sino que busco que pensemos también cómo somos nosotras como colectivo femenino.
Hoy por hoy nos sumamos al #NI UNA MENOS porque ninguna de nosotras quiere engrosar las listas de mujeres golpeadas, y/o violadas, y/o asesinadas. Nos sumamos porque no queremos que le pase eso a nuestras hijas, nietas, hermanas, amigas, novias, etc.. Nos sumamos porque vivimos con miedo, porque no sabemos si volveremos a nuestras casas cuando salimos, porque nos cansamos que nuestra vida y nuestros derechos dependan de la suerte y de la buena voluntad del otro.
Sin embargo de que sirve esto sí en la cotidianeidad pienso y ejerzo violencia contra el colectivo al que pertenezco. Sí cuando hablan de violación a una mujer me fijo en la vida social de la joven, en su familia y en la ropa que llevaba.
Si cuando escucho que golpearon a otra mujer digo «Algo habrá hecho para que le pasase eso». Si no me rebelo ante comentarios machistas como «Esto quizás no lo entiendan porque son mujeres».
Si no le hago notar a un superior o a un profesor que su comportamiento esta rondando la misoginia. Si no considero mujer a las mujeres que le atraen otras mujeres. O no hago participe de la lucha a aquellas que piensan diferente a mí o tienen creencias adversas a las mías.
O si todavía creo que la mujer que llega lejos en su trabajo lo hizo acostándose con todos y no valoro sus capacidades.
Con todo lo aquí expuesto pretendo que no solo debemos sumarnos a una marcha y a un reclamo pensando únicamente en acabar con la violencia de género ejercida por el colectivo masculino. Sino que además tenemos que erradicar la violencia de género ejercida por nosotras mismas contra nosotras mismas.
Antaño muchas mujeres de diversas ideologías, creencias, profesiones, educación, etnias y clases sociales abrieron el camino por la lucha de nuestros derechos. Hoy levantemos ese mismo guante y antes de juzgar a otra mujer, de señalarla, de discriminarla y de excluirla recordemos que es mujer igual que nosotras. Que tiene los mismos derechos que nosotras, que pertenece al mismo colectivo que nosotras.
Y que si deseamos un cambia real no nos olvidemos de empezar por nosotras mismas. Dale la mano a la mujer que tenés al lado y haz de su lucha, tu lucha. Entre todas podemos más. Separadas nunca se lograra el #NI UNA MENOS.
Por una sociedad con más respeto y solidaridad, y menos violencia y prejuicios.