sábado, 5 de septiembre de 2015

Almas que se intuyen:



Cada encuentro,
trae su propio cuento.
Y parece que México
no se halla tan lejos


Cada vez más me embeleso.
Cada vez más me enamoro.
Cada vez es más lo que siento.
Cada vez más se eleva mi deseo.


Deseo de reflejarme en el café de sus ojos.
Deseo de dormir acurrucada en su pecho.
Deseo de perderme en la inmensidad de su cuerpo.
Deseo de hacerme con el sabor de sus besos.


Besos que se vuelven ansiosos,
por acción de nuestros labios carnosos
que juegan a provocarse
y en su ida y vuelta mil emociones encienden.


Se encienden pasiones.
Se encienden sentimientos.
Se encienden ilusiones.
Se encienden pensamientos.


Y es la locura coherente
la que acorta la distancia
y hoy hace posible
que mi guerrera esté más cerca de Argentina.


Guerrera que de a ratos es princesa
y me vuelve a mí caballero.
Y en otros momentos es la roca
que sostiene mi firmamento.


Los miedos quizás abunden
pero su voz los ahuyenta.
Las emociones quizás se desborden
mas su nombre las encausa.


Porque para una mente loca retorcida,
siempre hay una mente loca soñadora.
Porque para dos soledades desveladas
siempre habrá noches de luna que acompañan.


Acompañan con música y conversaciones,
el hacerse el amor de mil formas.
Acompañan con caricias y confesiones
el extrañarse y sentirse a todas horas.


La Esperanza logra llegar a Alejandría
en cada hora y en cada día
cuando dos almas deciden ser una
desafiando lógicas y distancias.

Alexiss Mocçia® 


lunes, 17 de agosto de 2015

Lo que oculta el sol, lo devela la luna:


«De guerrera tengo la sangre», dijo una mirando su reflejo. «Reina soy y se hace lo que digo yo», expresó otra también viendo su reflejo.
La genética había puesto espada a una, corona a la otra y el destino las había puesto en el mismo camino.
Caballero defensor de la reina sería una, esclava de la mirada de ese caballero sería la otra.
Y aunque ésta última reina, soberana y poderosa había nacido daría su reino por conquistar el corazón de su caballero. Sin saber siquiera que una fémina igual que ella, se escondía detrás de esa radiante armadura.
Tiempo pasaron juntas sin sacarse las mascaras. Reina egocéntrica  y arrogante una, caballero testarudo y orgulloso la otra.
Hasta el día en que un baile de carnaval en el que todos buscan ser otra cosa, mostró la verdad de estas dos damiselas en apuros, atrapadas en roles dados por herencia de sangre.
En un giro la reina tomó la cintura de su caballero y al oído le susurró «De guerrera tienes la sangre ¿verdad?». La caballero dio esta vez el giro y tomando, ahora ella, la cintura de la reina murmuró «Reina eras y se hace lo que dices tú ¿cierto?».
«Soy más de lo que tus ojos han visto y tus oídos escuchado» respondió la reina. «Lo mismo su majestad», contestó la guerrera.
Viendo ambas por sí misma, en esta ocasión, no lo pensaron dos veces y desaparecieron en silencio del salón.
Cuentan que en palacio se amaron como una y como dos. Que la luna testigo fue de la pasión y de la ternura con la que hicieron suya a la una y a  la otra. Relatan que el sol enamorado de ellas dos, retrasó su aparición y dejó que la noche durara un poco más.
Dicen que los grillos no interrumpieron esa noche, que las estrellas alumbraron tenues como velas, y que en reemplazo de los grillos se escuchó un ruiseñor mezclado con los gemidos de las dos.
 Cuentan, y creo que exageran un poco, que fue la culminación de la utopía de Platón cuando el ser partido en dos vuelve a ser un todo de cuatro brazos, cuatro piernas, dos corazones hechos uno y dos mentes vibrando casi al unísono. Pero de esa forma sucede siempre entre los que se aman, sean hombre y mujer, hombre y hombre o como en este caso mujer y mujer.
El encontrarse, reconocerse y complementarse no es tan utópico como dice Platón. Es tan solo cuestión de ver con los ojos del corazón lo que se oculta bajo la luz del sol. 

Alexiss Mocçia®      


(El crédito de la imagen no es mío)

domingo, 16 de agosto de 2015

La rosa y el trovador:



El infinito se abre para él pues se ha enamorado otra vez. Trovador de esos que ves con el laúd a la espalda y los oyes silbar mientras por el camino van.
Saluda a todo los que se cruzan en su camino y sonríe con dulzura a los niños que corretean por ahí. Mohín infantil y mirada de alma viajera, son sus cartas de presentación.
Primero se enamoró de la idea del amor y ahora en esta oportunidad se ha enamorado de una dama tan fresca como la primera rosa que florece en primavera. Ella no es reina, pero lo parece por la riqueza que en su corazón yace.
Es simple, simpática y algo despistada. Hija del molinero, ayuda cada mañana a hacer el pan y lo vende en el pueblo.
Tiene mirada triste y cansada porque lloró la muerte de su primer amor, en esa tonta cruzada que no sirvió de nada.
 De a ratos canta un vieja canción que habla de amor, de guerra y de un adiós. Y es tonto pero para el trovador cada vez que la escucha sale el sol y cree percibir el aura de su rosa.
Se une así con su laúd a la melodía y entonces el amor hace su magia e incorpora gaitas al encuentro.
Las gaitas solo las escuchan los enamorados, cuando Eros decide entrelazar corazones. Hilos invisibles que se tejen entre la rosa y el trovador.
Y en el cielo sonríe el sol aquel caballero que en una cruzada perdió la vida y la oportunidad de hacer feliz a la hija del molinero.
Dicen que las lágrimas que él derramó antes de su último suspiro fueron la tinta con la que esta historia; entre rosa y trovador; fue escrita por Eros, un laúd y las gaitas del amor.

Alexiss Mocçia®    

(El crédito de la imagen no es mío)

martes, 28 de julio de 2015

Otra noche de ajedrez mental


La noche era oscura y sus fantasmas lo sabían.  Salieron de su escondite para mostrarles esas heridas que aún no habían cicatrizado. Le mostraron asuntos aún no olvidados. Les tiraron sus defectos en la cara mientras ella pasaba de la ira al llanto en tan sólo un paso.

Las paredes de su cuarto se hacían pequeñas y la iban atrapando en un cuarto oscuro donde no se oía nada más que la voz de los fastasmas.

Algún demonio también se coló;  ellos eran más benévolos;  le avisaban que iban a salir y le permitían si quería subir muros para protegerse.

Pero esa noche ella no quería más oír gritos; ruidos; ver imágenes pasadas; levantar muros. Es noche ella tan sólo quería un abrazo; un beso; una caricia.
Que alguien le dijese que sus fantasmas y demonios eran buenos para un escrito pero no para la vida misma. Alguien que le dijese 《todo esta bien; ven a dormir》.

Mas otra vez era otra noche donde ella y su lobito interior debían luchar con fantasmas y demonios.  Con sombras sin rostro; y rostros sin nombres. Cosas que ellos conocían bien; otra vez era tiempo de enfrentar la empatía;  la idotez; el dolor de la humanidad sobre sus hombros; sobre sus espaldas.

Otra noche de ser Atlas y no poder alzar la voz para decir 《basta; tan sólo soy una mujer común》. Sin embargo nada se podía hacer era otra vez una noche en donde su mente imponía la partida de ajedrez...


miércoles, 1 de julio de 2015

El señor de los ojos del fuego:



Su oscuridad era tanta que las sombras le temían más a él que él a ellas. Sus ojos tenía el color del fuego y por las calles caminaba taciturno perdido en sus pensamientos. Había perdido hacía tiempo su humanidad pero los recuerdos aún dolían en ese ennegrecido corazón. 

Para amar había nacido pero el infortunio a temprana edad había hecho su aparición, se llevaron pronto su sueño de ser padre y esposo, al irse su mujer dando a luz. El dolor lo volvió frío como el hielo, lo aisló de la gente y en gris comenzó a verlo todo.

Se fueron apagando sus ganas de sonreír, de hablar, de aprender. Se alejó del mar que era su segunda casa y empezó a caminar por las noches entre viejas callejas y callejones. Pronto la agresividad fue el motor que lo mantenía con vida pero lo hacía despreciable para los demás.

Se daba a los excesos en esas noches. Una fiesta en un bar de mala muerte, el olor a brandy y el botón abierto de su pantalón eran la clara evidencia de que había pasando su insomnio en la cama de alguna extraña, tratando de olvidar quién era en vida y quién faltaba en ella.

Noches que lamentaba al día siguiente, cuando el retrato de esa belleza de piel canela y ojos avellanas salía de su cartera. Lagrimas salían de sus ojos al darse cuenta lo desdichado que en verdad era.

De qué servía embestir a toda mujer que se le cruzaba si solo era un cascarón vacío, un envase sin corazón que nada sentía. Si su amor real ya no estaba con él. La única con la que había descubierto la belleza de hacer el amor, con la que aprendió el arte de la entrega, la mujer de su vida que le enseñó a re definir la poesía en la vida, en la cama, en el día a día.   

Sin su Cleopatra, como le gustaba llamarla, él era un emperador sin trono, un Marco Antonio sin el valor de dejarse morir. Un hazme reír del hombre que fue, del poeta, del escritor, del comerciante que hablaba de amor en cada uno de sus viajes.  

Por eso la noche era su compañera, las fiestas su faena, la agresividad su soplo de vida. Su instinto lo que le permitía vivir, un hombre que pronto fue mutando y se convirtió en lobo asechando por las calles de París. Un paria, algo parecido a un Pierrot que en el último minuto de su vida, aullando a la luna, pidió ser mujer en la otra vida para ser él quien diera luz, vida y su amor no tuviera otra vez que perecer. 

Sí, aún algo de su esencia soñadora quedaba y eso le hacía creer que volvería a ver a su belleza de piel canela y ojos avellana. Y otras vez se contarían los andares de una Cleopatra y un Marco Antonio. No los de Egipto y Roma, sino los de dos amantes que saben vencer los tiempos y la historia y reencontrarse en cada vuelta de reloj. 

Un reloj que no es el que llevas en la muñeca amigo lector, este es un reloj relativo que marca ciclos. Lo rige el Padre Tiempo, esta en el espacio infinito que muchos llaman universo, cielo, y espera por nuestras almas. 

Y al final de este relato les dejo mi conclusión: ¿Sería lindo vivir un amor así de total, con esa certeza de que lo seguirás encontrando una y otra vez?, ¿creen acaso que él pudo dar con ella en esta vida?, ¿se habrán reconocido?, ¿qué envases creen que ellos traerían si coincidieron en este siglo?...

Alexiss Mocçia® 

(El crédito de la imagen no es mío)

domingo, 14 de junio de 2015

Hoy…yo soy:


Que de a ratos soy niña, lo sé, que me pierdo en miedos también. Sé que necesito regaños de vez en cuando y una mirada grata al final de la jornada.
Exijo a los demás porque me lo mismo a mí, tiemblo en las noches de tormenta por mi dolor, lo no resuelto y lo que de otros me llega en el viento.
No hace falta que admita aquí que hay días en los que ni yo me entiendo. Puedo angustiarme, llorar, reír y sentirme importante todo en poco tiempo. Puedo ser susceptible a los ruidos, gritos, reproches, gestos, expresiones.
Pueden los días de lluvia volverme melancólica. Puedo contarte una historia vieja mil veces y volverme tonta de a ratos.
Pero lo que nunca haré será darme por vencida ante un reto, descuidar y/o desproteger a los que quiero. Nunca dejaré de sentir que mi familia es sagrada y que está compuesta por más personas que las que tienen mi misma sangre.
Nunca dejaré de poner mi corazón en todo lo que hago y animarme siempre a más. Mi sonrisa y mi sinceridad serán mi escudo y mi camino.
Haré de mi buen humor un arte junto con aprender historia y escribir. Diré alto lo que siento y pienso, y si puedo te brindaré una mano.
Seré la roca de quien aprecio y el empujoncito de mis afectos. Reconoceré mi error y trataré de enmendarlo en lo posible.
Pero no piensen por ningún motivo que todo aquello me hará débil, tonta o que deseo estar bien con todo el mundo. Porque así como doy también quito, y si veo que se me ve parcialmente pues parcial es lo que de mí recibirán.
Me adapto a la circunstancia pero eso no quiero decir que sea hipócrita. Porque mi convicción y mi esencia no las negocio. Y hacer rato que no apuesto mi libertad para caerle bien a nadie.
Aprendí de una loca y querida mujer que no hay nada más sabio que ser uno mismo y ser libre. Me lo escribía en cada tarjeta de cumpleaños que recibí hasta los veinte años.

Y hoy más que nunca quiero honra esa máxima. Por eso hoy en libertad y siendo yo misma, abrazo la vida con cada momento que se me brinda a manos llenas y me reto a navegar mar adentro una vez más. 

Alexiss Mocçia®     

       
(El crédito de la imagen no es mío)

viernes, 5 de junio de 2015

#Ni una menos:


Un golpe y unos bombones. Un golpe y unas flores. Un golpe y una caricia. Así se ejerce muchas veces la violencia. Pero también es violencia la humillación, el coartar la libertad y las bajezas a las que hemos sido sometidas las mujeres, en algún momento de nuestras vidas.
Algunas tenemos suerte y sólo llegan a nuestros oídos los casos extremos. Otras sólo conocemos la violencia laboral o un comentario en la calle que dista mucho de ser un piropo. Sin embargo no creo que nuestra integridad y permanencia en esta vida tenga que ser cuestión de suerte.
No por haber nacido mujer debo agradecer que no me desalienten, que no me desvaloricen, o que no me peguen. No por haber nacido con vagina debo agradecer mi suerte de no ser violada y rezar todas las noches para que no me pase a mí o a mi hermana. No por haber venido al mundo como mujer que tengo que dar gracias que estoy en un país relativamente democrático, laico, liberal donde gozo de bastante libertad, de derechos y donde puedo más o menos alzar mi voz.
La vida de una mujer no debería ser algo que esté relacionado con la suerte, con el azar. Es azar si el sexo con el que venimos, porque hasta cierto tiempo no sabemos si seremos niño o niña. Pero una vez vemos la luz del día somos seres humanos con derechos que van más allá de nuestro género. Y eso se traduce también en otras cuestiones que no quiero dejar fuera de esta reflexión.
La violencia hacia la mujer no solo viene de parte de los hombres, se ejerce también de mujer a mujer. Desde la madre que educa a los varones con la idea del macho alfa; hasta la que educa a sus hijas mujeres como una princesa obediente.
Desde aquella mujer que ama a otra pero la golpea, la cela de más, la humilla, la chantajea emocional y económicamente; hasta la mujer que mira mal o discrimina a otra por su orientación sexual.
Desde la moralista cristiana que ve a otras mujeres como promiscuas, hasta la agnóstica que se olvida que la mujer cristiana también es mujer.
Y podría nombrar cientos de casos más en el que nos violentamos entre nosotras mismas. Y con esto no trato de olvidar que los hombres tienen parte en la violencia de género y en el aumento de los femenicidios. Sino que busco que pensemos también cómo somos nosotras como colectivo femenino.
Hoy por hoy nos sumamos al #NI UNA MENOS porque ninguna de nosotras quiere engrosar las listas de mujeres golpeadas, y/o violadas, y/o asesinadas. Nos sumamos porque no queremos que le pase eso a nuestras hijas, nietas, hermanas, amigas, novias, etc.. Nos sumamos porque vivimos con miedo, porque no sabemos si volveremos a nuestras casas cuando salimos, porque nos cansamos que nuestra vida y nuestros derechos dependan de la suerte y de la buena voluntad del otro.
Sin embargo de que sirve esto sí en la cotidianeidad pienso y ejerzo violencia contra el colectivo al que pertenezco. Sí cuando hablan de violación a una mujer me fijo en la vida social de la joven, en su familia y en la ropa que llevaba.
Si cuando escucho que golpearon a otra mujer digo «Algo habrá hecho para que le pasase eso». Si no me rebelo ante comentarios machistas como «Esto quizás no lo entiendan porque son mujeres».
Si no le hago notar a un superior o a un profesor que su comportamiento esta rondando la misoginia. Si no considero mujer a las mujeres que le atraen otras mujeres. O no hago participe de la lucha a aquellas que piensan diferente a mí o tienen creencias adversas a las mías.
O si todavía creo que la mujer que llega lejos en su trabajo lo hizo acostándose con todos y no valoro sus capacidades.
Con todo lo aquí expuesto pretendo que no solo debemos sumarnos a una marcha y a un reclamo pensando únicamente en acabar con la violencia de género ejercida por el colectivo masculino. Sino que además tenemos que erradicar la violencia de género ejercida por nosotras mismas contra nosotras mismas.
Antaño muchas mujeres de diversas ideologías, creencias, profesiones, educación, etnias y clases sociales abrieron el camino por la lucha de nuestros derechos. Hoy levantemos ese mismo guante y antes de juzgar a otra mujer, de señalarla, de discriminarla y de excluirla recordemos que es mujer igual que nosotras. Que tiene los mismos derechos que nosotras, que pertenece al mismo colectivo que nosotras.
Y que si deseamos un cambia real no nos olvidemos de empezar por nosotras mismas. Dale la mano a la mujer que tenés al lado y haz de su lucha, tu lucha. Entre todas podemos más. Separadas nunca se lograra el #NI UNA MENOS.
Por una sociedad con más respeto y solidaridad, y menos violencia y prejuicios.