El
sol nace por detrás de las pirámides,
pues
a despertar al Faraón, sus rayos vienen.
El
Faraón, al igual que el sol, es de todo Egipto
el
supremo dueño indiscutido.
Al
igual que las pirámides,
la
vida de los faraones
está
llena de magia, misterio,
brillo
y ensueño.
A ambos los envuelve la inmortalidad
y
los embarga la obligación,
de
dar al pueblo estabilidad y prosperidad,
para
que no reine la desolación.
Nadie
se pregunta qué pasa,
por
el corazón humano del Faraón.
Solo
se espera y se desea,
que,
en él, el bienestar de Egipto sea la prioridad mayor.
No
ven a un hombre, ven a un Dios.
Le
rezan, le hacen ofrendas y le obedecen sin rezongar.
Inclusive
lo siguen venerando, cuando este mundo ha dejado de habitar.
Y
es que sin su luz deviene el caos.
¡Egipto
amado!, no apagues tu luz,
ni
sucumbas aún.
¡Egipto
soñado!, conserva tu brillo por mil años más,
que
todavía hay niños que sueñan con tu suelo pisar.
Me
dolería verte perecer.
No
me gustaría verter desaparecer.
Quisiera,
como la gente, que en ti, vivió ayer
verte
siempre triunfal y perenne.
Espero
Egipto amado,
que
siempre haya un Faraón que vele tu hado,
o
que tus monumentos
te protejan de la destrucción que ejerce, el paso del tiempo.
Alexiss Mocçia®
No hay comentarios.:
Publicar un comentario