La extrañaba tanto incluso
aunque hubiesen dormido juntos hacía no más de un rato. Extrañaba provocarle
sonrojos, sonrisas, berrinches, risas. Extrañaba su voz contándole coas serias,
albures, bromas, trivialidades.
Extrañaba ver sus ojos cafés
avellanados mirándolo y penetrando por el mar profundo de sus ojos marrón
oscuro, llegándose hasta el alma donde tatuaba su nombre.
Se habían parado de la cama no
hacía más que un rato y ya extrañaba su aroma, su calor y la respiración de
ella sobre su pecho. Y extrañándola recordaba cómo no hacía mucho había sido
uno.
Habían llegado al éxtasis varias veces, había sido excitante,
tierno, pasional todo al mismo tiempo.
Habían llenado la habitación de
sudor y gemidos, incluso de alguna que otra puteada. Pero aún así ya extrañaba
todo eso y por tal motivo la contemplaba vestirse como si de un sueño se
tratase.
Se levantó también él y fue vistiéndose
con lentitud, recordando como no hacía mucho esas prendas habían volado por
acción de las manos inquietas de su amada.
Amada que intuye lo que anda
rondando por la mentecita de su amor y le susurra.
—Lobito,
no me voy pero tenemos que desayunar.
Él sonríe, se da vuelta y la
besa. Se deja envolver por sus brazos el cuello y la toma de la cintura.
Con renuencia corta el beso y
le responde.
—Lo
sé panterita, pero siempre te he de extrañar porque sos mi mundo entero.
La que sonríe ahora es ella, lo
vuelve a besar y concluye.
—Uno
en dos siempre, mi amor.
Alexiss
Mocçia®
(El crédito de la imagen no es mío)