Lo primero que me fijé de ti fue
tu mirada. Me perdí en ella y busqué con que compararla. En un primer momento
no se me ocurrió nada. Mi mente estaba en blanco, no me salía y una sola
palabra.
Tenía tantas ganas de dedicarte
algunos versos que describieran las emociones de las que era presa en ese
momento. Pero mi garganta estaba seca, mi mente vacía y mis manos ansiosas por
descubrirte, por recorrerte y por retratarte.
A tu mirada se le unió tu sonrisa
y ahí perdí la noción de las prisas. Todo se volvió lento, suave, sincero. Se
acabaron los tormentos, las noches de insomnio con nombres ajenos, y se
encendió mi cielo.
El sol se tiñó de los colores del
arco iris y por primera vez entendí lo que es sentir orgullo de ser autentico,
de mostrarte sin mascaras, de amar a quien tengas ganas.
Saqué mis cartas y armé mi juego,
intentando remontar con mis palabras vuelo. Y entonces le encontré a tus ojos
su espejo, en unas avellanas hermosas que descansaban a un lado de una pérgola.
Luego tu sonrisa tuvo su analogía,
en la luna reflejada en mi laguna. Tu nariz me recordó de pronto al asa de mi
taza favorita y el lunar cerca de tus labios me hizo pensar en esa estrella a
la que siempre le pido un deseo.
Ante mis ojos te vestiste de
princesa y aunque yo solo era una simple doncella, soñé con conquistarte,
enamorarte y protegerte.
Luché como un caballero dispuesto
a darlo todo por su rey, aunque en este caso sea más bien una damisela
queriendo darlo todo por su princesa.
Te tejí sueños en las estrellas y
envolví varios «Te quiero» en las estelas del viento. Te mandé por mar mil
caricias y escribí para que sonrías, con tu nombre, un cuento.
No descanse hasta verme reflejada
en esas avellanas que tienes por ojos, ni hasta disolver tu mirada en el café
de los míos.
Me desvelé intentando que tu
sonrisa tuviera su puerto en la mía y que ese lunar hermoso que tienes
compartiera belleza con el que se encuentra en mi hombro.
Y un día con su noche, mis manos
cumplieron su sueño de descubrirte, recorrerte y retratarte. Y en esa muestra
de arte, tus manos moldearon la arcilla que es mi cuerpo, que tembló al compás
de tus caricias extasiado de placer y dicha.
Alexiss Mocçia®
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