Otra
vez la angustia en mi pecho recordándome la soledad que siento. Y aunque dije
que esperaría el amor tan paciente como quien espera que el otoño se vuelva
primavera, no puedo evitar que me embargue la pena.
Y me
pregunto si habrá alguien para mí, bajo este sol de abril. Quizás uno de esos
hombres que no me supieron en el pasado ver. O tal vez una de esas mujeres que
me roban el aliento en sueños aunque yo no sepa aún bien el porqué.
Es
aquí que veo que soy una muñeca rota, esas de porcelana que alguna vez fueron
gloria y hoy son nada. Y entonces me doy cuenta que no me diferencio de aquel
Pierrot que entre calles añejas habla del dolor que hay detrás del amor.
Elevo
entonces una canción al vacío preguntándome quién soy, y me vuelve un eco
silencioso que sabe a frío. Nadie a la vera de esta triste soñadora con alma de
niña loca.
Nadie
en la senda de esta joven mujer con ansia de querer, corazón de poeta y voz de
trompeta.
Y
suena a lo lejos un ruiseñor que se acopla a la canción de un viejo trovador
que con mandolina y ron, nos habla de la derrota y el sinsabor.
Y en
la vera de este mar voy llenando mis pulmones de sal. Y en cada respiro siento
que vivo y en el mecer de las olas vibro.
Solo
pies caminando en la orilla. Solo ojos perdiéndose en el horizonte lejano. Solo
congojas que riegan lágrimas en mis mejillas. Solo un grito ahogado que no sabe
llegar a ningún lado.
Y en
medio de todo un corazón que late, que desea que sepan que arde. Un corazón que
le dice a mi cuerpo que aún no es tarde, que no baje los brazos, que alce vuelo
y busque el amor.
Y una
voz que bien puede ser mi madre o Dios que clama; «Se libre, se vos». Una voz
que se lleva el miedo de mostrarme tal cual soy, de abrir de par en par las
puertas de mi corazón y de alzar de nuevo mi propia voz.
Alexiss
Mocçia®
(El crédito de la imagen no es mío)
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