Gracias a un club
del cine al que pertenezco tuve la oportunidad de ver Blackfish, película de
2013 dirigida por Gabriel Cowperthwaite, y me gustó tanto que le dedicaré unas
palabras a modo de análisis.
Análisis que
aviso contendrá spoilers, por lo que si no las has visto y planeas hacerlo no
continúes con la lectura.
Tras el aviso
procedo con el análisis. Primero quiero destacar que el género documental es
uno de mis favoritos, así que la película en cuestión corría con algo de
ventaja.
Mas hay que tener
en cuenta que los documentales pueden resultar lentos, complejos de abordar o,
todo lo contrario. Y este es también un punto a favor de este film.
Su abordaje es
sencillo, con una narrativa fácil de seguir y de entender. Además no tiene un
ritmo lento, ya que las imágenes acompañan el relato. El cual no es otro que
una recopilación de testimonios ante un suceso trágico, (o varios más bien),
que tiene como protagonistas a las mal llamadas ballenas asesinas.
Desde el inicio
nos atrapa con la escalofriante llamada al 911, en la que se informa que una
mujer cayó a la piscina de un parque marino y se requería ayuda.
Una secuencia
después escuchamos otra llamada donde se comunica que la mujer en cuestión es
una entrenadora del parque y ha sido asesinada por una orca.
Acá la
incomodidad nos invade el cuerpo, y estamos ante la incertidumbre de si el
documental nos advertirá del potencial peligro que es el más grande depredador
marino o si es otra su intensión.
Y en medio de un
fondo azul y una orca nadando se pasa a la propaganda de Sea World, la cual se
percibe está dirigida a los niños y nos vende un mundo de ensueño.
Ensueño que unido
a las llamadas iniciales sabemos está destinado a ensombrecerse, puesto que no
es más que una ilusión, y detrás del producto de entretenimiento que se nos
pretende vender hay mucho más que desconocemos como las profundidades mismas del
océano.
Aquello se
refuerza con los testimonios de algunos ex entrenadores del parque, que cuentan
cómo quisieron formar parte de aquel lugar desde el momento en el que lo
visitaron siendo niños. Sintiendo como un lujo el haber cumplido aquel sueño infantil
pero reflexionando, tras los funestos hechos, de que nada era como lo
imaginaban y arrepintiéndose de algunas de sus acciones.
Y digo hechos
porque no sólo se trata del fallecimiento de Dawn
Brancheau causado por la orca Tilikum; sino que este suceso es sólo el
inicio de una investigación por parte de OSHA (Administración de Seguridad y
Salud Ocupacional), que deja al descubierto como 70 paginas de “accidentes” con
orcas en Sea World y parques asociados.
De los cuales
tres más, además del mencionado, han sido fatales y son anteriores al de Dawn.
Dos suceden en Canadá, e involucran a Tilikum por la década del ’90, quien se
cobró la vida de una entrenadora (nadadora olímpica) y de un vagabundo.
El tercero sucede
en Loro Parque, ubicado en Tenerife, España y con el resultado de la perdida de
Alexis Martínez a causa del ataque de la orca Keto (cría de Tillikum).
Lamentablemente este caso es en el que menos se ahonda y eso le ha bajado
algunos puntos a mi parecer, porque queda como dato de color y no como parte de
la investigación.
Con estos hechos
saliendo a la luz también se ponen en la mesa las condiciones en las que viven
las orcas en cautiverio, la gran mentira que venden las publicidades que
promocionan este tipo de entretenimiento y la precariedad laboral a la que
están sometidos los entrenadores.
Respecto al
último punto todos los entrevistados reconocen que los requisitos pedidos para
ser entrenador son mínimos, alcanza con ser carismático y saber nadar. Pero no
tienen una preparación profesional, no son biólogos marinos, que sería lo que
requeriría el tratar con animales como las orcas. Y de ahí que cada uno de
ellos se encuentre en peligro en cada uno de los shows.
Lo expuesto nos
lleva inmediatamente al punto de lo que pretenden vendernos las publicidades,
que no es otra cosa que hacernos creer que estar en los mencionados sitios es
beneficioso para dichos animales y que les estaría mejorando la vida.
Aquello no solo
es una falacia, sino que para convertirse en nuestro entretenimiento las orcas
pasan por un montón de situaciones que en vez de ayudarlas sólo degradan su
tiempo de vida y su comportamiento natural.
Empezando por el
hecho de que para estar en aquel parque son brutalmente cazadas, cosa que es
relatada de manera detallada por uno de los pescadores que atraparon a Tillikum.
Y si aquello no
fuera suficiente también se produce una ruptura de lazos entre el grupo al que
pertenece la orca cazada, lo que es totalmente nocivo para estos animales. Puesto
que las orcas son seres que viven en sociedades matriarcales, con roles determinados
y formas de comunicación particular (que varía según los grupos).
Entonces si se
las junta indiscriminadamente se generan roces entre las orcas, ambiente hostil
que es peor para los machos (como Tillikum) que tienen menos posibilidades de
mantenerse alejados de las hembras en piscinas tan pequeñas como en las que son
puestos. A diferencia del océano donde pueden nadar a cierta distancia si las
hembras se ponen tensas.
La alimentación
tampoco es la ideal, debiendo recurrir a vitaminas para completarla. Dado sobre
todo porque utilizan la comida como parte del entrenamiento, llegando a
dejarlas sin ella cuando no obedecen o les sale mal algún truco (según relatan
los mismos cuidadores y entrenadores).
A esa encadenación de cosas se le suman el estar
en piscinas no solo pequeñas sino poco profundas lo que produce que el sol queme
la piel de las orcas (por lo que las pintan con un compuesto a base de zinc para
que no se note y les brille la piel en los espectáculos). O piletas con poco mantenimiento
que hace que estos animales se coman parte de las mismas y se terminen
enfermando de los intestinos.
Todo aquello trabajando
contra reloj dentro del animal que termina acumulando frustración, estrés, depresión
y sin poder manejarlo se vuelve contra su entrenador. A menos esas es una de las
teorías que manejan cuidadores, entrenadores y expertos que hablan en el documental
pero que sin dudas reducen el promedio de vida de las orcas respecto a la que
tendrían en libertad.
De hecho ese es
un dato que se reitera en el documental, ya que la diferencia es grande. En cautiverio
viven entre 25 y 30 años, mientras que en el océano una orca macho puede vivir
hasta los 50 años y las hembras hasta los 100.
Y ya con todo
este panorama explicado llegamos a la parte donde del juicio a Sea World sólo
se logró que se pusieran vallas entre las orcas y sus entrenadores. Y ante el
gusto a poco que da aquello vemos como los ex entrenadores (muchos de los
cuales habían conocido a Dawn Brancheau) inician un movimiento para que de una
vez cierren estos parques.
Mas, y aunque se
muestra aquel accionar del movimiento, el film no pretende prohibir que se vaya
a dichos parques sino más bien que se tenga consciencia de aquello que no te
cuentan. Si vas a consumir este tipo de entretenimiento es bueno estar
informado de todo lo que hay detrás, de todo lo que lo conforma y no quedarse
con el producto final que nos parecería de ensueño.
Y es aquello
último, que rescaté del film, lo que me llevó a reflexionar sobre un parque que
se encuentra en mi país, en la ciudad de San Clemente del Tuyú. Dicho parque se
llama “Mundo Marino” que prácticamente es la traducción literal de “Sea World”,
lo que encendió mis alarmas y me motivó a investigar.
La investigación
arrojó cosas no sabía: Como que es un parque que si tiene relación con aquel de
Orlando; a tal punto que los de Sea World han venido a extraerle semen a la
única orca que le queda al parque (Kshamenk) para preñar a dos de las orcas
mencionadas en el film (Kasatka y Takara), tras ya no poder usar a Tillikum como
semental por su reiterado comportamiento violento.
Otra cosa que no
sabía y que me dio gusto descubrir, es que en mi país existen Guardafaunas
(Guardaparques) que se encargan de proteger y estudiar a las ballenas y orcas
que se pueden avistar en la Península Valdés.
De los cuales
destaca Roberto Bubas versado en bilogía marina y considerado el “elegido de
las orcas” puesto que puede convivir y “hablar” con ellas. Quien da
conferencias sobre el comportamiento de las orcas y ha iniciado el movimiento
que busca acabar con los shows con animales en mi país y la liberación de
Kshamenk (la única orca cautiva de Sudamérica).
Escucharlo me hizo
sentir agradecida con mis padres por no llevarme al parque marino, a pesar de
que había sido como “El sueño de mi niñez”.
Si bien las razones para no ir eran económicas
también se trataba de que ese tipo de lugares (incluidos zoológicos que si he
visitado) no eran los favoritos de mi madre.
Y conforme fui
creciendo me di cuenta de por qué no le gustaban, y es que no se necesita ser
muy experto para saber que no están dadas las condiciones para que esos
animales puedan vivir bien. Y no se trata solo del cautiverio, lo cual ya es
cruel y nocivo, sino también de la ubicación geográfica de donde parten.
Un león es de la
sabana y Argentina no lo es. Un oso polar necesita el frío de los polos, no los
treinta y pico de grados que hay en Buenos Aires en verano. Y no hay agua con
cloro que pueda imitar las condiciones de temperatura y ph del océano o del mar
que necesitan orcas, delfines y lobos marinos.
Así que a la hipótesis,
de uno de los entrevistados en el film, sobre si “¿se pueden imaginar un mundo
sin Sea World?” podemos decir; contrariamente a su respuesta; que sí.
Y lo podemos imaginar porque un mundo sin parques marinos es un mundo donde las orcas (y otros muy diversos animales encerrados en similares sitios) vivirían en libertad, en su hábitat, tal cual nos lo muestra una de las últimas escenas del documental. En la cual los ex entrenadores avistan un grupo de blackfish (como llamaban los indígenas a las orcas) nadando majestuosamente en su hogar y no sufriendo con el fin de ser nuestra diversión.