Brota sangre de sus pies, de sus manos, de su costado. Le duele el pecho y no puede respirar.
Es mancillado, humillado y vuelto a morir en la cruz. Pero esa
cruz no es suya, es nuestra y seguimos haciéndole sufrir por nuestros errores.
Es fácil no verlo siendo agnósticos o ateos, pero dónde
estamos los que creemos. Por qué odiamos igual que otros, por qué señalamos con el dedo, por qué somos
intolerantes.
Qué nos pasó, dónde perdimos el camino. Camino de perdón, de
respeto, de amor, de misericordia, de compasión. Dónde ocultamos nuestra alama,
nuestra esperanza.
Creo que hoy debemos
más que nunca desempolvar la inocencia olvidada y reafirmar nuestro camino de
justicia, paz y equidad.
Nos están matando de todas las formas posibles, no dejemos
que nuestra alma se consuma también.
Que nuestra voluntad logre el cambio. Ven y tiéndeme la mano,
juntos somos más.
Y con esto no dejo fuera al que no cree en Jesús o al que no
cree en nada o cree en otra cosa. Porque no solo sangra él, sangran Buda,
Mahoma, Moisés, Abrahán. Sangra la tierra bajo nuestros pies, sangran héroes
que dieron su vida, sangran realidades distintas.
Sangran voces apagadas, sangra la niñez, la adolescencia, la
vejez. Sangran los valores ancestrales, los sueños de nuestros abuelos
inmigrantes. Sangra el pasado, el presente y el futuro. Y está en nuestras
manos parar ese sangrado.
No abramos grietas innecesarias, extendamos puentes. La humanidad
lo vale, lo merece.
Por aquellos que lo soñaron, que lo pensaron, que lo fueron
armando. Por las naciones, por los países, por vos, por mí, por nosotros.
No somos enemigos por pensar diferente, por sentir distinto.
No te amenaza mi creencia, ni a mí la tuya. Tu existencia y la mía son
valiosas. Juntos ponemos en marchas mil cosas. Vos, aquel, yo, nosotros, ellos.
Todos habitamos el mundo, todos tenemos derecho a ser, a
estar. Que no estés de acuerdo conmigo
no te da derecho a burlarte, a minimizarme, a humillarme. Ni a mí a faltarte el
respeto
Practiquemos
el arte de tres preceptos: libertad, igualdad, fraternidad y al último juntemos
el respeto. Si tu causa no me hace movilizarme, (por x motivo), que el respeto
me lleve a no entorpecer tu camino. Sí mi causa no te convence, que el respeto
te lleve a dejarme caminar con los míos.
Después de todo sé que en algo estamos de
acuerdo: Al ser humanos merecemos respeto.
Y ambos, estoy convencida, queremos un
mundo más justo, con un presente de equidad, de democracia, de verdad y un
futuro que a pesar de la incertidumbre no nos dé miedo, no nos sea indiferente.