Pena que deshoja mi corazón enamorado, puñal que se
clava en mi alma ilusionada. Atrapada en idilios y delirios, llega un golpe que no se esperaba, pero que hace tiempo se intuía.
Pobre tonta y desesperada que creía que hoy sería su
día. Cómo eso sería verdad en un mundo que no tolera la fealdad.
Cicatrices viejas se vuelven a abrir y otra vez mis
ojos comienzan a llorar. En cada lágrima hay un reproche que me dice “otra vez
no percibiste la realidad, y nuevamente dejaste tu imaginación volar”.
¿A quién odiar?, ¿a quién culpar?, ¿a ellos, a mí o a
esta puta realidad?. Quizás sea cierto que el amor no está hecho para mí, y que
la amistad es el mejor disfraz de la traición. Aún no lo sé, mas sin embargo en
mi se debaten y se enfrentan mi ego y mi fe, una dice odia y véngate, la otra
perdona y del asunto olvídate.
Mas que voy hacer ahora que siento que las puertas se
cierran otra vez, que vuelven a traicionarme, a herirme, a gastarme una broma
macabra.
Sonaré melodramática, pero hoy siento que me deshago
por dentro, que mi vida se asemeja a una tragedia griega y que esto ya no tiene
remedio.
Solo espero encontrar respuesta a mi tristeza y que
Dios me en mi proceder, ya que me pregunto cuál es la actitud que debo adoptar.
¿Ser fría y distante, o hacer como que todo sigue igual?. La primera opción me
ayudará a olvidar y procurará sanar mi corazón, pero a la vez cerrará mi mundo
como si fuera una caja fuerte de alta seguridad. La segunda es más difícil de
seguir, requiere de todo mi valor y mi fuerza interior; y duele durante el
proceso; mas al final fortalecerá mi espíritu y mi corazón.
Creo que la respuesta vendrá el jueves cuando comience
la pantomima de la rutina, y en la cotidianeidad de la vida se descubra quien
gano la guerra, si el ego o la fe.
Por ahora solo reina la congoja, la impotencia, y la
incertidumbre. Sensaciones que me incitan a escribir para que el dolor no me
derrumbe.
Y llegando al final de mi desahogo interior, me despido
con el deseo de encontrar a alguien que pueda amarme tal cual soy.